“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Isaías 41:10 RVR1960
https://bible.com/bible/149/isa.41.10.RVR1960
La confusión y la tristeza son muchas veces inevitables. Somos humanos y vivimos en un mundo de humanos; eso quiere decir que nuestra imperfección y el mal que moran en nosotros tienden a limitarnos y a sernos tropiezo, y que estamos rodeados interactuando con personas que sufren eso mismo día a día. Un coctel explosivo que con el paso del tiempo incrementa exponencialmente, alejándonos colectivamente de Dios cada día más. Es por eso que en nuestras propias fuerzas nada podemos: eventualmente nos cansaremos e incluso dejaremos de batallar, estaremos susceptibles a sentir que no vale la pena persistir y seremos tentados a pensar que en vez de resistir, lo mejor es aceptar nuestra naturaleza pecadora y dejar que esta nos gobierne.
Pero hay una salida. Una sola, eso sí. Su nombre es Jesús, por medio de quien Dios Padre creó todas las cosas. Jesús es el Verbo y es la Luz con el que Dios hizo al mundo, y Dios, en su amor infinito por nosotros, lo hizo carne para que caminara entre nosotros y nos enseñara la única forma de vivir que es verdaderamente buena, y que todo lo puede. Jesús estuvo en un mundo de humanos, pero no era humano, pues del Cielo vino y Dios moró en Él durante su paso por esta tierra. Por eso una de sus expresiones más recurrentes es también una de las más usuales en el Antiguo Testamento: No temas (dicen que se repite 365 veces en toda la Biblia, una para cada día del año).
Dios siempre estuvo con Él, le dio fuerzas, poderes, capacidades sobrenaturales; lo ayudó en todo momento, lo sustentó, lo justificó. Y por medio de Él, de Jesús, nos extiende esa Gracia a todos los que lo sigamos. ¿No es esto maravilloso? Podemos vencer al mal que nos es tan natural elegir y en su lugar recibir riquezas celestiales, ser justificados en el mundo pese a nuestros pecados y vivir sin temor alguno ante las iniquidades que nos rodean a partir de nuestro alejamiento colectivo e histórico de Dios. Es paradójico: en el fondo es un tema sencillo, pues Jesús dejó testimonio escrito y lo único que se nos pide es seguirlo, seguir su ejemplo en cada una de sus acciones, pensamientos, palabras e intenciones; pero en el día a día es una tarea ardua que puede olvidarse fácilmente por las vicisitudes y los afanes en los que nosotros mismos nos enredamos, los yugos que nosotros mismos atamos a nuestro cuello. Detengamos ese frenesí innecesario y volvámonos al Padre, y Él restaurará en nuestras mentes y en nuestros corazones el Edén que por causa de Adán perdimos.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
S. Juan 16:33 RVR1960
https://bible.com/bible/149/jhn.16.33.RVR1960
AMÉN Y AMÉN.